Encuentro en el bar Trípoli.
En el bar Trípoli la mayor parte de los clientes son veinteañeros relacionados con el clan Falcone de la Camorra. La barra es larga y tiene varias salas con mesas y sillas. De camareras, dos chicas de unos treinta años de buen ver, escotes generosos y senos voluminosos.
Fuera un chico quinceañero de vigía, la espalda y un pie apoyados en la fachada del bar, la cabeza girando de izquierda a derecha alternativamente.
En una mesa, al lado de la entrada, dos porteros, espaldas anchas, brazos musculosos y altura considerable.
Angelo, con barba de dos días, su vieja cazadora vaquera colgada en el respaldo de la silla, camisa oscura remangada, los brazos apoyados en la mesa.
_ No tardará ya mucho_ dice Roberto. Después sonríe, dejando ver sus dientes blancos.
_ Roberto, en estos momentos, a punto de desarrollarse una faida, yo puedo ayudar, yo puedo ser un buen soldado. Díselo_ declara Angelo en tono confidencial mirando de reojo alrededor.
_ Se lo diré, haré lo que pueda.Tienes mi carta de confianza y la de mi padre_ Roberto, después de una pausa, continúa_. El padre lleva ya quince años en la cárcel, ahora sus dos hijos llevan la familia. Son gente más desconfiada, sobre todo el Zurdo, jefe del clan.
_ Solo necesito que me abran la puerta, luego yo me ganaré el respeto.
Escribir en el pasado los versos que se quedaron sin andar.
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