Los amigos continúan un rato hasta llegar a un pequeño taller de coches, un rótulo medio borrado en la parte alta de la fachada identifica el local. Dentro hay un par de coches con el capó abierto. Un mecánico está trabajando en un coche, inclinado sobre el motor con su mono de trabajo azul manchado de grasa. Otro mecánico sale del fondo del local al ver a los amigos entrar. Mangas del mono atadas a la cintura, camiseta cubriendo el torso y tatuajes en los brazos, lleva el pelo corto con signos de calvicie y bigote abundante sobre una sonrisa alegre.
_ ¡Llegan los tres mosqueteros!, pero faltan otros dos.
_ ¿Qué tal, Genaro? ¿Cómo te va la vida?_ saluda Giovanni amigablemente.
_ Siempre puede ir mejor, pero también peor._ les invita con un gesto a entrar en una pequeña oficina_. Habéis llegado a tiempo de almorzar conmigo, tengo varias latas de anchoas y cerveza, y ya de paso me invitáis a algún canutillo de hachís_ sonríe a la vez que guiña un ojo_. Ya me he enterado que se habla de vosotros por ahí_ mientras habla su bigote se entrechoca con la nariz, sus ojos parecen brillar con una pizca de admiración.
_ ¿Quién habla de nosotros?_ pregunta Paulo con los ojos rectos y la sonrisa en la boca.
_ Gente..., últimamente hacéis mucho ruido y desde que les plantasteis cara a los Fabrizios..._ se ríe jovial.
Aunque todos saben que los Fabrizios no se lo tomaron tan a risa.
_ Hasta don Simone, el boss de los Falcone, dicen que preguntó por vosotros_ vuelve a guiñar un ojo divertido.
_ ¡Cuéntanos eso!_ apremia primero Giovanni.
_ Sí, más despacio, cuéntanos_ después Tin Tan...
Crecer en el hampa.
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