Letras pasadas, tiempos felices.
_ ¿Quieres conquistar Norteamérica?_ pregunta Luigi con su sonrisa amistosa, después da una calada a su cigarro y el humo se pierde en la brisa que trae olor a mar. Se sucede intermitentemente  el ruido de las olas mansas al chocar contra las rocas.
_ No. Quiero volver de Norteamérica para conquistar Nápoles.

Alessandra, que ha cogido bien la posición con el palo por la espalda  y la mano que impulsa la bola por detrás del cuerpo, lanza y mete la negra. Se ríe y mira fijamente a Angelo.
_ ¿Nos jugábamos algo?_

_ Sabes, de niña soñaba con comprar este castillo.
Angelo expira el humo del cigarrillo mientras escucha, sus ojos se pierden en el mar.
_ Quería derribar el puente que lo une con la tierra y reinar en mi isla_ la sonrisa termina en un trazo de nostalgia.

El balón se eleva describiendo una parábola y baja sobre la frente de Bruno que golpea a la vez que gira la cabeza hacia la portería contraria.
Voces y brindis, botella contra botella en el muro. Angelo y su equipo forman una piña felicitando a Bruno.

Una vez fuera, los dos amigos se alejan por las calles solitarias. Paulo le palmea la espalda a Angelo, después le pide un cigarro, del paquete que robaron, para liar un canutillo de hachís. Angelo le da el cigarro y a continuación se pone a entonar una vieja canción triste de amor.
Más allá del hampa.
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