Amores pasajeros.
_ ¿Dónde vas?_ pregunta la chica.
_ A escuchar el mar. Me gusta escucharlo en la noche._ 
Siguen los dos andando a la par en silencio, cruzan la calle y se paran frente al rompeolas. Están un rato en silencio escuchando el rugir de las olas, el mar parece estar bravo. La chica tira la colilla del cigarro al pavimento y la pisa con el tacón alto de sus zapatos.
_ ¿Cómo te llamas?_ le pregunta Angelo.
_ Bianca, ¿y tú?_
_ Me llaman Rafaello._ ahora vuelve a sonreír por un momento.
_ No te había visto nunca por el local._ 
_ Solo estoy de paso._
_ Todos estamos de paso, la mayor parte del tiempo._ 
Sus grandes ojos marrones brillan con la luz de la luna, su nariz recta y sus labios apretados con fuerza dibujan un perfil atractivo en la penumbra de la noche. El pelo rubio ondulado flotando en la brisa.
Angelo se gira para mirarla.
_ Pues en este momento querría detener el tiempo para poder ver la luz de la luna en tus ojos, aunque sea breve el momento._ dice mientras clava sus ojos oscuros en el reflejo de los de ella, que se ha vuelto despacio para devolverle la mirada.
Un segundo después sus labios se unen y él sabe que no puede durar mucho tiempo, por eso se pierde como un chiquillo de quince años en la humeda calidez que le ofrecen los labios de ella. 
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Escribir en el pasado los versos que se quedaron sin andar...