El Vesubio es uno de los volcanes más peligrosos del mundo, por un lado sus erupciones suelen ser explosivas, lanzando piedras, cenizas y material fundido a muchos kilómetros de distancia; por otro lado en sus faldas viven más de tres millones de personas, la misma Nápoles esta solo a nueve kilómetros.
Su altura supera los 1200 metros y esta vigilado noche y día por un GPS geodésico, radares y satélites. Si entrara en erupción habría que evacuar en el mínimo tiempo posible a millones de personas de la región.
Su última erupción fue en 1944, durante la II Guerra Mundial, destruyo varias poblaciones, incluso una escuadra de aviones americanos que se encontraban en una base cercana. Aunque si hay que hablar de una erupción desastrosa esa es la del 24 de agosto del año 79 d.c. en la que la erupción, que duro más de veinte horas, destruyo las ciudades de Pompeya y Herculano, no se sabe cuantas victimas pudo causar pero se han encontrado restos de más de mil personas petrificadas.
En la catedral de Nápoles se guarda en dos ampollas la sangre seca de San Genaro, patrón de la ciudad. Varias veces al año se produce el milagro de la licuefacción de su sangre dentro de la ampolla, uno de esos días es el 19 de septiembre, día del patrón. La licuefacción es señal de un año de buenos augurios.
La sangre pude tardar pocos minutos, horas o, incluso días en convertirse en liquida, cuando sucede, el obispo de la ciudad declara que se ha producido el milagro. Desde el año 1389 se registra el milagro, no hay una explicación científica y la iglesia lo explica gracias a la fe de sus fieles.
No siempre sucede el milagro y, el año en que no se produce la licuefacción, la gente teme malos augurios y desastres. Mucha gente pone sus ojos en el Vesubio. En el año 1631 según la tradición popular, el milagro salvo a la ciudad de los efectos de una erupción del Vesubio.
Más allá del hampa... el Vesubio como telón de fondo
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